
Fer es un chico de 16 años, tímido y retraído, con antecedentes familiares de psicosis. Cuando consume cannabis siente que mejoran su autoestima y confianza, pero el consumo de porros le origina un brote psicótico.
Su padre fue diagnosticado de paranoias y siempre le recuerda en tratamiento. Un tío paterno tiene esquizofrenia y su abuela paterna fue tratada por un trastorno bipolar.
Siempre fue un niño raro, solitario, con una timidez excesiva. Con 13 años probó los porros y sintió que su autoconfianza mejoraba y que podía salir de su encierro. Desde entonces, no ha podido parar de consumir. Ahora tiene 16 años y tiene un episodio de agitación, insomnio pertinaz, hiperactividad y mayor energía. No para de hablar y siente que podría ser “el nuevo mesías que Dios ha enviado a la Tierra”.
Le ingresan y le diagnostican un episodio maniaco con síntomas psicóticos inducido por cannabis. Tras el alta sigue en tratamiento, pero siente que no le mejora lo suficiente y pronto vuelve al consumo de cannabis, aunque es consciente de sus peligros.
Sara es una mujer de 34 años con sobrepeso, con adicción a las compras, se da atracones de comida y tiene TDAH atencional. Tiene una predisposición genética a la impulsividad. El tabaco le regula el apetito, el cannabis le relaja y la cocaína mejora su impulsividad.
Desde pequeña tuvo dificultades académicas por no poder prestar atención, incluso en actividades lúdicas. No se organiza, no finaliza las tareas y se distrae si pasa una mosca. Siempre se ha sentido inferior y esto le ha creado dificultades en sus relaciones interpersonales. Sale de compras y no se puede controlar, pero después devuelve todo porque cree que nada le queda bien. Ha intentado varias dietas, pero siempre acaba dándose atracones de comida.
Consume porros desde la adolescencia porque siente que le centran y le concentran, lo contrario que le sucede a la mayoría de la gente. Después probó la cocaína que, según ella, le mejora, aclara su cabeza, hace que piense con más tranquilidad y se siente menos impulsiva. También es adicta al tabaco y fuma unos 30 cigarros al día, porque le gusta y siente que le regulan el funcionamiento mental, la atención y el apetito.


Pablo es un hombre de 37 años, tímido e inseguro. Durante la adolescencia comprobó que el alcohol le producía calma, euforia y seguridad. Después probó los opiáceos y, más tarde, la heroína. Ha iniciado tratamientos varias veces, pero recae.
Pablo suma a su gran timidez que da muchas vueltas a las cosas. Siempre se siente culpable y se engancha a bucles negativos de pensamiento. Ya desde el colegio era incapaz de hablar con las chicas, lo que le producía un gran sufrimiento. Los tratamientos psicológicos no le mejoraban gran cosa y pronto descubrió que el alcohol le producía calma, relajación y un estado de euforia anímica. Esto generó un consumo frecuente del alcohol, que se ha convertido en una medicina para casi todo.
Un día en una fiesta, alguien le invitó a heroína y él no supo decir que no. La consumió con miedo, pero descubrió un efecto que regula su estado de ánimo depresivo y disuelve su rabia. Para él es mucho mejor que el alcohol. Aunque se promete no consumirla, no puede dejar de pensar en ella. Así comienza su periplo por centros de desintoxicación o comunidades terapéuticas, pero cuando sale vuelve a recaer.
Eva es una chica de 19 años con antecedentes familiares de trastorno límite de la personalidad y trastorno de la conducta alimentaria, consumidora de cannabis y con dificultades de socialización. Entra en redes sociales para exponer contenidos erótico-sexuales propios a través de conocidos.
Desde pequeña ha sido una niña problemática, con ataques de ira cuando algo le contraría que le hacen perder el control verbal y conductual. Le salen sapos y culebras contra las personas importantes, como su madre, a quien dice odiar profundamente. Después se siente muy culpable y tiene la necesidad de cortarse los antebrazos, quemarse con cigarrillos, etc. El dolor físico le procura un gran alivio emocional y casi físico. Sus relaciones interpersonales son muy inestables y su inseguridad llega a aspectos muy básicos, como no poder identificar con claridad su identidad sexual.
No puede decir que no, es hipersensible al rechazo, real o imaginado, que detecta rápidamente (es como si tuviera un radar) y pone en marcha estas conductas. Sus actitudes seductoras son inapropiadas en contexto y solo le traen problemas. Se expone en redes sociales con contenidos eróticos para que confirmen que es atractiva. Fuma porros porque siente que le alivian sus pensamientos negativos y culpas, pero agravan sus paranoias de sentirse rechazada, al mismo tiempo que empeoran sus conductas de atracones por dulces, que vuelven a hacerle sentir culpable. Le han diagnosticado dependencia al cannabis, trastorno por atracones y trastorno de personalidad, sin especificar.

